El protagonismo total y absoluto de la figura presidencial queda de manifiesto con el gran show mediático convocado por MORENA, -y la 4T en su conjunto-, para apoyar a un presidente que ni remotamente está en riesgo de ser destituido a partir de la consulta ciudadana para revocación de mandato.
El “decretazo” que autoriza que funcionarios públicos participen en el show es una muestra más de este espíritu festivo. Sin embargo, los excesos traen congénito un espíritu de destrucción.
La cargada de aplaudidores es tan abrumadora que está llegando al exceso de poner por encima de su propio proyecto político, -que es la 4T-, a la figura presidencial.
De este modo pronto veremos como no habrá figura de ese movimiento político que pueda darle continuidad a un proyecto vacío y sin esencia. ¿Quién llenará los zapatos de un prócer idealizado en el altar de la patria? Quien fuere, se verá pequeño… insignificante y por tanto, vulnerable, aunque lleve la bendición de Andrés Manuel López Obrador.
Imaginemos a un sucesor del presidente López Obrador en un país donde ya se perdió el respeto a la autoridad institucional, como sucede hoy en México.
Debemos reconocer que el presidente mantiene una aprobación incondicional por parte de un sector mayoritario de la población y esto representa una vinculación emocional de tipo personal, que será imposible endosar a su sucesor, aunque sea designado por él. Quien le suceda en el cargo tendrá que construir su propio estilo de gobernar y su forma de vincularse personalmente con el ciudadano.
La lealtad que hoy le profesan al presidente sus seguidores es total y de excepción, en un mundo donde la lealtad se empieza a desdibujar como un valor moral de nuestra sociedad.
Antes de la era de la globalización y las redes sociales, -esto es hasta el fin del siglo XX-, la gente era leal a sus principios e ideas, a las marcas de sus productos y servicios, a sus partidos políticos y en general hacia todo lo que le representaba un significado de valor. Pero hoy la inestabilidad es notoria como estilo de vida.
Que el presidente López Obrador es la excepción a la regla, es evidente. Después de más de doce años de campaña se convirtió en una obsesión para mucha gente que quería un cambio tota l, -como él lo representó en su momento-, en una esperanza para otros y en la mejor opción para el voto de castigo que en 2018 quería ejercer un gran número de ciudadanos, hartos de la corrupción de un sistema político viejo, anquilosado y autoritario. López Obrador durante la campaña presidencial significó esa expectativa.
Sin embargo, su sucesor no tendrá ese beneficio tan subjetivo y por ello será el responsable de pagar las facturas de los graves errores de este gobierno, que está dañando nuestra economía, dejando crecer la violencia y la inseguridad hacia niveles intolerables y orientando el ánimo colectivo hacia el conflicto y la confrontación crónica.
Gracias a su carisma personal seguramente López Obrador saldrá bien librado, -en 2024-, de todo este negro legado que nos dejará, pero estará endosando a su sucesor el pago de facturas.
El próximo presidente tendrá que enfrentar graves problemas para mantenerse en el poder, entre ellos, una consulta de revocación de mandato que ya no será un show, sino un ejercicio democrático efectivo, donde correrá el riesgo de ser despedido.
Entre ese legado negativo que dejará López Obrador estará incluido un grave debilitamiento del Estado de Derecho, así como del respeto a la autoridad por parte del ciudadano.
Este contexto no ha hecho crisis aún por la veneración y el afecto que el ciudadano siente por la persona del presidente, más que por respeto a nuestra Constitución y a las instituciones que él representa como derivación de su investidura. Por ello, el presidente López Obrador, -aún con todos los conflictos que se han suscitado-, no ha perdido la gobernabilidad.
Sin embargo, su sucesor no contará con este blindaje emocional de apoyo popular, pues los afectos difícilmente se transfieren al cien por ciento y ello supondrá otro tipo de vinculación del próximo presidente con la ciudadanía.
Quizá, incluso, su sucesor tenga que echar mano de la represión para contener el descontento popular que se derive del impacto negativo de la economía nacional en el poder adquisitivo de las familias y el empoderamiento aún mayor de la delincuencia organizada, generando inseguridad y violencia en un entorno de impunidad.
En el contexto social y político del sexenio que iniciará en diciembre del 2024 la consulta de revocación de mandato, -quizá para el 2027-, se convierta en un verdadero ejercicio popular convocado por la ciudadanía y así se cumpla de verdad el espíritu de este instrumento de la democracia.
MACHISMO PURO Y ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
Lo que la SCJN ha estado analizando, respecto a la querella promovida por el fiscal Gertz Manero en contra de su familia política y que tiene en la cárcel a Alejandra Cuevas Morán, -la hija de Laura Morán-, pareja sentimental de su hermano Federico, -quien está en arraigo domiciliario-, tiene gran trascendencia.
El ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación José Luis González Alcántara definió correctamente el abuso de los derechos humanos de Alejandra Cuevas Morán como “Estereotipos de Género”.
¿Dónde responsabiliza nuestra Constitución a las mujeres por el cuidado de la salud de su cónyuge? ... Menos aún a las otras mujeres de la familia, hijas de sus cónyuges o pareja.
Este caso va a sentar un precedente jurídico en la equidad de género y derechos de la mujer dentro de una relación de pareja.
Hace muchos años se eliminó la lectura de la famosa “Epístola de Melchor Ocampo” durante la ceremonia del matrimonio civil, por considerarse una apología del sometimiento de la mujer a la autoridad masculina del cónyuge. Una apología poética, -hay que decirlo-, pero violatoria de los derechos básicos de la mujer dentro del matrimonio.
¿Quién le asignó esa responsabilidad de servidumbre a doña Laura Morán y a su hija Alejandra? ... es la pregunta y además… ¿Son responsabilidades hereditarias por vinculación familiar?
DIPUTADOS A FAVOR DE RUSIA
La iniciativa del diputado y presidente del PT, Alberto Anaya, respecto a la formación de un grupo legislativo denominado “Amistad México Rusia”, parece no ser oportuna en el contexto actual, siendo este país el protagonista villano de un conflicto de alta repercusión global, que puede ser malinterpretado.
La significación de que este grupo se forme dentro de nuestro más importante instituto legislativo podría parecer un espaldarazo de nuestro país hacia Rusia en este conflicto que lo ubica como potencia militar agresora de Ucrania.
Bastantes mensajes de fuerte conflicto hemos enviado al mundo en boca de nuestro presidente, como para lanzar este otro, que podría ser interpretado como la aprobación de México a la invasión rusa sobre Ucrania. Sabemos que esta es una práctica amistosa usual en el ámbito legislativo, que no tiene implicaciones sobre nuestra política exterior.
Sin embargo, la forma genera significados y percepciones que pueden ser de alto impacto y derivar en consecuencias para México. ¿Qué necesidad?
¿A usted qué le parece?
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